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Para ser tan inteligente hay que ser listo

Elon Musk, el rarito del cole, y Sam Altman, el favorito de los profes, pelean por el favor de Donald Trump

Se conocieron en 2015 y hablaban del apocalipsis y de bombardear Marte. Tres años después se hicieron archienemigos. No ayudan sus educaciones ni que el ejecutivo de OpenAI tenga habilidades sociales desconocidas para Musk.

Elon Musk, el rarito del cole, y Sam Altman, el favorito de los profes, pelean por el favor de Donald Trump
Actualizado

Elon Musk (53 años) estaba en la Casa Blanca cuando supo que Donald Trump comparecería en rueda de prensa con Sam Altman (39 años), director ejecutivo de OpenAI, para anunciar una inversión de 500.000 millones de dólares en infraestructura de inteligencia artificial en el plan concebido como Stargate.

Era 21 de enero y pese a que Musk no se había separado del presidente en los últimos meses, según The Wall Street Journal (WSJ), el magnate no tenía ni idea del anuncio que tenía preparado su presidente.

Para saber más

Musk enfureció y se quejó a sus asesores y aliados alegando que los inversores de Stargate no tenían el dinero necesario para hacer posible tan ambicioso proyecto. Lo que más dolió al magnate fue comprobar el éxito de las maniobras de Altman para medrar en el entorno de Trump. Lo había hecho a través de una serie de llamadas y reuniones cuidadosamente coordinadas en Palm Beach para que el primer amigo (así llaman a Musk) del presidente no se enterase de nada. Tres semanas después, Musk respondió a la presentación de Stargate con su propia bomba: una oferta hostil por OpenAI de 97.400 millones de dólares.

En 2015 Altman y Musk cofundaron OpenAI. Las buenas relaciones duraron hasta 2018 cuando Musk dejó la empresa por sus enfrentamientos con Altman. La situación empeoró cuando Musk respondió a ChatGPT (de OpenAI) creando su propia inteligencia artificial, xAI. La batalla nunca fue solo profesional, sino como todas las rivalidades empresariales, también se trata de algo personal.

El desenlace no solo determinará el futuro de la IA sino también quién influirá en la agenda tecnológica de Donald Trump.

El WSJ basa su relato en conversaciones con al menos una decena de personas cercanas a Musk y Altman, dos tipos muy diferentes aunque la cortedad de miras les sitúe en una misma tipología.

Por el poder

Musk tuvo una infancia difícil. Fue víctima de acoso. Le insultaban, le hacían la vida imposible. El clásico niño empollón (de altas capacidades) maltratado por sus compañeros. Altman, sin embargo, era el alumno favorito de los profesores y sus padres le repetían constantemente que podía llegar a ser lo que se propusiera. Cuentan que Musk suele ser directo y brusco; Altman tiende a decir a la gente lo que quiere escuchar. Su formación es también diferente: Musk es un ingeniero que se implica al máximo en los detalles del diseño de cohetes y baterías; Altman es un intelectual obsesionado con la tecnología, que lee ampliamente sobre filosofía, ciencia y literatura, y escribe ensayos sobre cómo debería organizarse la sociedad.

Lo único que comparten Sam Altman y Elon Musk son sus ganas de acumular poder.

Durante años, Altman admiró a Musk como a un héroe, una especie de Tony Stark (la verdadera identidad de Ironman) de la vida real que representaba la antítesis del estancamiento tecnológico del país, algo contra lo que Altman arremetía cuando era presidente de la aceleradora de startups Y Combinator. Altman había conocido a Musk años antes gracias a Geoff Ralston, socio de Y Combinator, que los presentó y organizó una visita para que Altman recorriera la fábrica de cohetes de Musk, SpaceX.

El tiempo que Altman estuvo al frente de Y Combinator -de 2014 a 2019- le colocó en el epicentro del poder en Silicon Valley. El prestigioso diario económico insiste: "Se hizo conocido como intermediario con una agenda de contactos sin igual, capaz de pedir favores para las startups en las que invertía o castigar a los inversores que las traicionaban. Su talento especial era recaudar dinero, algo que lograba presentándose con su uniforme característico de vaqueros y zapatillas, acurrucándose con las piernas cruzadas en una silla de la sala de conferencias y desplegando una visión tan grandiosa, convincente y sincera que, a menudo, los inversores parecían incapaces de resistirse a financiar sus proyectos".

En 2015, Musk y Altman comenzaron a cenar juntos regularmente cada miércoles. Hablaban sobre cómo podría acabar el mundo, cómo podrían prepararse para ello y a dónde tendrían que huir. "Coincidían en que una causa probable sería la inteligencia artificial, volviéndose más inteligente que los humanos y escapando de su control".

En 2017, dieron una conferencia en la que, entre otras cosas, hablaron de la idea de "bombardear Marte con armas nucleares" para calentarlo y crear una atmósfera. Meses después Altman bloqueó a Musk, que pretendía hacerse con el control de OpenAI. En 2018, Musk salió de la empresa jurándole odio eterno.

En 2024, Musk atacó a Altman demandando a OpenAI. "La perfidia y el engaño son de proporciones shakespearianas", declararon los abogados de Musk. Altman, por su parte, dijo que Musk estaba resentido por haber abandonado la empresa antes de que tuviera éxito.

El resto es historia. Altman, demócrata, logró esquivar el celo de Musk y acercarse a Trump. Veremos como acaba la rivalidad.